En el momento actual, y pese a que las informaciones disponibles no resultan lo exhaustivas que deberían serlo, todo parece indicar que los efectos perniciosos de los fenómenos de riesgo con origen ambiental siguen aumentando de forma llamativa, e incluso se adelanta que los procesos derivados del calentamiento global parecen intensificar aquellos fenómenos de carácter meteorológico que implican peligro para las poblaciones; precisamente los que la estadística señala como los generadores de mayor número de víctimas humanas y daños materiales.
Hasta hace bien poco, las “ciencias cindínicas” abordaban el problema centrando su atención sobre el estudio de la peligrosidad de los sucesos extremos, lo que relegó el papel de los análisis de la vulnerabilidad a un segundo término. No sorprende, por tanto, que durante buena parte del siglo pasado la mayoría de los desarrollos metodológicos apuntaran a la estimación de cuestiones relativas al factor físico del riesgo, y en consecuencia, las estrategias derivadas frente a este último se basaran preferentemente en actuaciones de carácter estructural.
En los últimos años, con motivo de la publicación de la Estrategia Internacional para la Reducción de los Riesgos Naturales, reforzada con el Marco de Acción de Hyogo 2005-2015, la vulnerabilidad ha ido adquiriendo un papel más determinante y ha evolucionado hasta convertirse en un concepto multidimensional, que va mucho más allá de las estrictas características de resistencia de los elementos expuestos, tan utilizada en los análisis de los organismos oficiales. El resultado de esa evolución se ha traducido en una auténtica explosión de trabajos que estudian las distintas caras del poliedro que comprende a la vulnerabilidad, a través de metodologías diversas, especialmente en su faceta ambiental, social y económica.
Con este eje temático se pretende poner de manifiesto el papel de estos análisis y reflexionar sobre la adecuación de los mismos a una realidad o sistema de carácter complejo que, a todas luces, parece presentarse como el elemento concluyente para la mitigación del riesgo con origen natural.